anoche en el jardín
el silencio del estío
casi rozaba mi busto
-mi padre, del primer
rango, afirma con veracidad
que éste es una
verdad acabada de
nacer y destinada por obligación
a no ver el crepúsculo-
corté el ramaje
anduve através
del jardín del palacio
había ya dos mujeres que
esperaban a que yo me
metiera a dormir
permanecí largo rato
bajo el silencio del estío
pues sentía cada uno
de los pétalos y de los poros
al mirar hacia arriba
súbitamente me toqué
con la luna
apenada volví a dormir.
Al amanecer ya se rumoraba
de mi preñez
aunque la culpa
la tengan las cigarras.
S.G. le Clydette
jueves, 22 de abril de 2010
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