¡Soy Yo! el que te espera, él,
que hunde sus vestigios entre tus
humildes manos, blancas canas.
Solo y triste, te paseas entre los años
en la misma dirección.
tu lánguido trazo de funesto destino
va marcando los caminos
del poeta y del herrero.
Tantas son las letanías
que a tu paso se sucitan; como moscas, como abejas,
como el fenix y la luna son tus aguas y tu risa.
fresco y delicioso; voy llamando a mis memorias
para ahogar en tu regazo al que fue y al que se fue.
Luz de invierno y flor de otoño;
haz de mí tu dulce amante y arrulla con tu sollozo mis lamentos.
Tu danza de Jazmín y tus contadas verguenzas
se vanaglorian en tu vientre; vientre de sosiego
húmedo y nacarado, que da a luz
entre las sombras
una historia de desamor.
Desde el cielo vi bajar a la caricia
que te dio el fruto sagrado
de ser uno con el mar.
Andréj Van Webber, Viena, 1965
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